La diversificación del Grupo Lopesan, su tránsito del ladrillo hacia la gestión digital, la promoción inmobiliaria y los nuevos horizontes geográficos, es la historia de una ambición que no se conforma. Una ambición que busca expandir la posibilidad misma de existir en más de un lugar al mismo tiempo. 

Cuando hablamos de I+D+i, no pensamos únicamente en batas blancas, matrices matemáticas, máquinas de limpieza o complicados laboratorios. También hablamos de algo mucho más crucial: de personas buscando nuevas maneras de servir un café perfecto; de equipos que diseñan aplicaciones capaces de recordar tu almohada favorita o la temperatura exacta a la que deseas el agua de la ducha; de esas investigaciones punteras que nos ayudan a reducir considerablemente la huella de carbono que dejamos en el planeta tierra. Hablamos de creatividad aplicada al cuidado. Hablamos de hospitalidad. Hablamos de cariño.

Las subvenciones permiten que todas y cada una de las divisiones del Grupo Lopesan puedan mirar más allá del marco de una ventanilla administrativa aventurándose a exportar su modelo de negocio por todo el mundo; no como un acto quijotesco, sino como una estrategia respaldada, legitimada por la confianza institucional. Es la herencia de la astucia isleña, esa sabiduría que aprendió a prosperar en territorios desbordados de viento y lava, estimulada hoy por el sector público para que el grupo honre su responsabilidad con el paisaje que lo vio nacer.

Cuando una administración o institución confía en nosotros, nos está incitando a crecer de forma sensata, a mirar hacia afuera sin olvidar la raíz. A dar lo mejor siempre, sin condiciones. Y eso es exactamente lo que hacemos.